Internacional
¿Qué está pasando en Irán?
Irán enfrenta un panorama de inseguridad creciente tras la caída de Bashar al-Assad en Siria, su principal aliado en el “eje de resistencia”. La pérdida de su acceso directo a Hezbollah y el debilitamiento de su red de milicias en la región complican su posición frente a Israel y las presiones internacionales.

Irán atraviesa uno de los momentos más difíciles de su estrategia en Oriente Medio, al perder uno de sus aliados más importantes: el régimen de Bashar al-Assad en Siria. La salida de Assad, considerada como una de las piezas clave en el llamado «eje de resistencia» de Teherán, representa un golpe significativo para el país persa. Según el analista Ali Vaez, la caída de Assad destruye la última línea de defensa de Irán en la región, afectando no solo su capacidad para proyectar poder, sino también su conexión estratégica con Hezbollah, el grupo militante en Líbano que ha sido un aliado crucial.
El retroceso estratégico para Irán se hace más evidente al observar cómo la situación regional se ha ido deteriorando. La caída de Assad se produce en un contexto donde Israel ha intensificado su ofensiva contra Hamás, uno de los principales aliados de Irán en Palestina, lo que reduce aún más la capacidad de Teherán para ejercer influencia en la región. A su vez, la eliminación de muchos de los líderes de Hezbollah por parte de Israel ha dejado a los combatientes restantes de la organización en una posición defensiva, lo que debilita la disuasión que Irán solía tener frente a posibles ataques israelíes.
La situación es aún más compleja debido a los desafíos internos que enfrenta Irán, que incluyen un liderazgo envejecido y una creciente presión internacional. El ayatolá Ali Khamenei, líder supremo de Irán, se acerca a los 86 años, lo que plantea incertidumbre sobre el futuro del régimen. La pérdida de Assad y el debilitamiento de las milicias chiítas que Irán ha apoyado a lo largo de décadas no solo socavan su influencia regional, sino que también generan una disminución en su prestigio internacional.
En este contexto, Israel se ve fortalecido, ya que la retirada de actores clave como Hezbollah y Hamás reduce las amenazas directas para el Estado hebreo. A su vez, las autoridades israelíes han continuado con sus ataques a instalaciones iraníes en Siria, destruyendo sistemas de defensa aérea proporcionados por Rusia y afectando la infraestructura militar de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI).
Además, un informe de inteligencia de Estados Unidos ha alertado sobre la creciente posibilidad de que Irán decida fabricar una bomba nuclear. La agencia de la ONU encargada de la energía atómica ha confirmado que Irán ha comenzado una expansión significativa de su producción de uranio altamente enriquecido, lo que ha encendido alarmas a nivel global sobre el futuro de su programa nuclear.
Aunque el gobierno de Irán ha mostrado disposición para dialogar sobre su enriquecimiento nuclear, sigue manteniendo una postura firme en otros temas, como su programa de misiles y el respaldo a milicias en la región. La incertidumbre sobre la dirección de estas políticas, sumada a la creciente presión internacional, deja en el aire la posibilidad de un cambio radical en la estrategia iraní.
Por otro lado, Irak se ha convertido en una pieza clave para Irán. Después de la invasión estadounidense en 2003, Irán logró expandir su influencia en este país a través de una red de milicias chiítas. Este aliado se ha vuelto esencial para Irán, tanto en términos de evitar sanciones económicas como en cuanto a mantener una defensa estratégica en su frontera.
A pesar de los contratiempos, la influencia de Irán no está completamente perdida. Movimientos como los hutíes en Yemen siguen siendo actores importantes en su red de poder, lo que deja abierta la posibilidad de que la estructura de poder iraní se recupere a través de nuevas alianzas o acciones en otras zonas estratégicas. Sin embargo, la necesidad de un plan regional y global para frenar el resurgimiento de estas redes es más urgente que nunca.

